sábado, 27 de marzo de 2010

memorias de una hija de padres separados

Me encantaba sacarme la sortija. No tenía una gran simpatía por la calesita. Iba por inercia. Porque la salida era "ir a la calesita". Subía con una aparente indiferencia pero por alguna razón elegía un juego del lado de afuera. Cerca de la sortija. Cuando crecí un poco ya iba agarrada de una baranda, parada, canchera. Y más cerca de la sortija. Si me sacaba la sortija era toda una canchereada cambiarla por otra vuelta en calesita, entregarla en vez de entregar el boleto. Te daban un boleto como el de los colectivos, no? Tal vez lo soñé. No se. Ir a la calesita era salida de fin de semana con mi papá. Era comprar comida para darle a las palomas. Y que te coman de la mano con el pico. Era salida de hija de padres separados. Con ciertos permitidos especiales, algún exceso de glucosa, alguna artesanía en la feria. Algo para poner en mi estante. Sahumerios. Aros. Algo. Y volver a canjear el libro en la biblioteca ambulante. Era tan copada. Tan simpática la biblioteca. Hasta que un día no fui más. Me quedé con un libro. Me dio culpa. Crecí. Dejé de ir a la calesita. Al parque. Dejé.

1 comentario:

mechi dijo...

Podés retomar la calesita, es salida de tía también!